El Códice de Leningrado, con ramificaciones e influencia inconmensurables, es uno de los documentos hebreos más importantes que existen. Es -junto con el otro famoso códice bíblico, el Códice de Alepo- una de las fuentes de la tradición bíblica, del estudio de las Escrituras hebreas y de la provisión de un texto preciso para la lectura y escritura de la Torá y los demás libros de la Biblia.
El Códice de Leningrado es el manuscrito completo más antiguo del Tanaj, los 39 libros de la Biblia. Escrito en El Cairo sobre pergamino en el año 1009 (la fecha aparece en el manuscrito), está inextricablemente unido al Códice de Alepo, que es aproximadamente un siglo más antiguo, pero sin fechar. Además, el Códice de Alepo, conservado durante muchos años en la Sinagoga de Alepo (Siria), resultó gravemente dañado en un incendio durante los disturbios antijudíos que se produjeron en Siria en 1947, por lo que está incompleto. El Códice de Alepo, ahora a buen recaudo en la Biblioteca Nacional Hebrea de Jerusalén, junto con el Códice de Leningrado, marcaron la pauta del texto correcto del Tanaj, incluida su vocalización y los acentos musicales (trop o te’amim) que acompañan a cada palabra. Aunque la ortografía de una palabra puede ser coherente en hebreo, en ausencia de vocalización (más comúnmente llamados “puntos” vocálicos), puede haber variaciones en cuanto a cómo se pronuncian las letras. Por ejemplo, las letras s, f, r pueden leerse como sefer, sapar (sustantivos), siper, safar, saper (verbos). El Códice de Leningrado es un texto bíblico totalmente vocalizado, lo que garantiza la pronunciación correcta de cada palabra. Además, contiene todas las tildes (te’amim) encima y debajo de las letras. Estas marcas de acento cumplen casi milagrosamente tres funciones dispares: a) son notas para la cantilación de la palabra; b) indican la parte de la palabra que debe acentuarse o subrayarse; c) sirven como marcas de fraseo y puntuación. Hay que tener en cuenta que el rollo de la Torá escrito a mano sólo tiene las letras de las palabras y ningún punto vocálico u otras marcas, ya que en el pergamino de la Torá no está permitida la vocalización del texto ni de los tropos. De ahí la importancia de un manuscrito totalmente vocalizado como el Códice de Leningrado, que sigue una tradición que se remonta casi 2.000 años atrás hasta Tiberíades, en la tierra de Israel. En virtud de su existencia, pues, este Códice es la guía para todas las futuras Torás manuscritas y ediciones impresas de la Biblia. El Códice de Leningrado forma parte de la colección Abraham Firkovich de la Biblioteca Nacional Rusa de San Petersburgo (antigua Leningrado), donde ha permanecido durante más de 130 años. Firkovich era un hombre de negocios judío, devoto caraíta (judíos que sólo siguen la Biblia y rechazan la tradición oral o talmúdica), viajero empedernido y coleccionista de manuscritos hebreos. El Códice fue adquirido por Firkovich (que no ofreció detalles en sus cartas ni en su autobiografía sobre dónde lo consiguió) y luego lo vendió a la entonces Biblioteca Imperial de San Petersburgo.
Desde hace años se sabe que este importante Códice se encontraba en la gran biblioteca de Leningrado, que también alberga cientos de otros manuscritos judíos de valor incalculable. En 1990, bajo la glasnost de Gorbachov, y tras delicadas negociaciones (que incluyeron la entrega a la biblioteca de un equipo fotográfico y un fax), la biblioteca permitió a fotógrafos extranjeros venir a fotografiar este raro documento por primera vez.